martes, 17 de julio de 2012

Amor


¿Se puede amar un videojuego? ¿Añorarlo, olvidando cualquier defecto que pudiese tener, cuando se sabe que no se va a poder volver a jugar a él? ¿Estar dispuesto a hacer sacrificios que otros considerarían irracionales para volverlo a disfrutar aunque sólo fuese un día más?

Jugar a videojuegos no es hobby cualquiera. Es un hobby que supone dedicar una parte muy importante de tu tiempo. Un hobby que implica desconectarse de la realidad durante largos momentos y que no siempre se puede compartir. Por ello, entre juego y jugador surgen a veces vínculos especiales. Vínculos creados a partir de unas vivencias que el jugador considera especiales, únicas. Vínculos que no se pueden buscar, que ocurren de forma inesperada y se mantienen vivos a lo largo del tiempo.



Amar un videojuego

¿Qué hace que un videojuego nos cale profundamente? ¿Qué hace que siga presente en nuestras mentes tras años o décadas desde que lo hayamos disfrutado?

Por mucho que les pese a los desarrolladores, no existen unas reglas definidas que permitan saber por qué un jugador puede perder la cabeza por un videojuego. Como siempre que se habla de amor, es algo intangible, que no se puede controlar, que surge cuando menos se le espera o no siempre está de acuerdo con los cánones sociales.

 Las empresas de software intentan continuamente conectar con el público proporcionándole juegos que verdaderamente puedan enamorar; juegos de una enorme belleza visual, inteligentes, divertidos, de los que resulte casi imposible cansarse. Los grandes equipos de desarrollo invierten auténticas fortunas en realizarlos y, sin embargo, rara vez pasan por ser algo más que una diversión pasajera. Algo efímero, de lo que no te arrepientes, a veces hablas de ello con gusto, incluso orgullo, pero de lo cual con el paso del tiempo te acabas olvidando o pasa a ser un nombre más, una historia más, un simple dato en tu memoria.

Porque el amor es algo que no se puede diseñar y es algo que cada cual percibe de forma diferente, es imposible hacer una clasificación que permita identificar a esos juegos que han sido los más amados. Se pueden identificar los más famosos, los más innovadores, aquellos que marcaron una época, pero seguro que esos juegos no siempre coincidirán con las listas personales de cada uno.


Mis amores

Creo tanto en el amor a primera vista como en el amor que surge con el paso del tiempo. He tenido videojuegos que me han enamorado a los pocos minutos de estar con ellos y otros que han necesitado de mucho más tiempo para darme cuenta de lo que sentía. Hay incluso alguno que únicamente cuando ha pasado tiempo desde que lo dejé, me he dado cuenta de lo feliz que fui con él.

Recuerdo perfectamente las sensaciones que tuve las primeras horas que jugué en mi DS a TWEWY. Como veía que cada uno de los componentes del juego, la historia, los gráficos, las mecánicas del juego, incluso el sonido, todo me parecía maravilloso. También recuerdo cómo según avanzaba su desarrollo, lejos de parecerme monótono, de desencantarme, cada una de las novedades que iban surgiendo, nuevas posibilidades, personajes, giros narrativos, todo me parecía perfecto. Finalizarlo no conllevó ninguna desilusión, y cuando vi las posibilidades de volverlo a jugar que me ofrecía, para conocer cada uno de los secretos que contenía y desentrañar cada uno de los recovecos de su magnífica historia… ese fue un momento memorable.

 Con el mismo cariño recuerdo el gran Knightmare II: The Maze of Galious. El mejor juego que tuve para MSX. Sólo necesito cerrar los ojos para volver a recordar esa melodía que sonaba incesantemente cada vez que estabas en el mapa principal del juego. Y se me ponen aún los pelos de punta al recordar la música de los enfrentamientos contra los jefes finales, que se iba acelerando cada vez más cuanto más cerca estabas de derrotarle, suponiendo el golpe final una satisfacción que me dejaba en un estado de auténtica plenitud. Volverlo a jugar muchos años después en un PC, con gráficos mejorados, no hizo sino incrementar el ya grandísimo cariño que siento por él.

Otros sin embargo sólo los he apreciado una vez ha pasado más tiempo. Únicamente cuando he probado experiencias similares y he visto que ninguna me llenaba tanto. Juegos como el Sid Meier's Alpha Centauri, el Baldur´s Gate 2, el Día del Tentáculo o el Little King´s Story.

Todos ellos son mis grandes amores en el mundo de los videojuegos. No son muchos, pero para mí son los mejores. Los defenderé pese a sus deficiencias. Ignoraré el sistema de grabado del Knightmare II, el dolor de cabeza que podía suponer a veces mirar las dos pantallas de la DS al mismo tiempo en TWEWY, los problemas de control de Little King´s Story. 


Les perdonaré todos sus fallos, porque al fin y al cabo, el amor es ciego, y no se puede programar.

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