domingo, 22 de julio de 2012

Ventanas al pasado I: Rise of Flight

Ventanas al pasado es una serie de artículos en las que pretendo explorar algo sobre lo que últimamente me he parado a reflexionar con frecuencia: La posibilidad que nos ofrecen los juegos de explorar y aprehender conceptos y experiencias que tal vez encuentran en los juegos su mejor forma de transmisión.



Aces High

Altitud 2300m.

El lago que puedo ver a través de las nubes me indica que he llegado a la zona de patrulla. Reduzco velocidad y desciendo, con cuidado de mantenerme alerta a cualquier mota negra que pueda aparecer en el horizonte. Me encuentro dos kilómetros dentro de territorio enemigo, la linea del frente, una franja de tierra destrozada por constantes bombardeos de artillería, apenas visible en el horizonte.

Desciendo en círculos, despacio, perdiendo no más de 10 metros por segundo. No quiero perder velocidad horizontal, en caso de que un Bristol o una escuadra de SPADs me eche el ojo.

Entre nubes. No puedo ver nada.

Un claro. Hay algo ahí abajo.

Ladeo mi Fokker D.VII para poder ver mejor. Sin duda un avión. Pequeño, quizás un Nieuport. Y lo que es más importante, solo.


Piso a fondo el pedal derecho, palanca totalmente a la derecha, hasta invertir el avión. El Nieuport planea sobre mi cabeza, 500 metros por debajo de mí.

Relajo la tensión sobre la palanca, dejando que mi avión caiga, controladamente. Reduzco la aceleración, y evito hacer movimientos extremos. El Fokker es una máquina ágil, precisa, pero frágil. Demasiada velocidad, demasiada tensión sobre las alas, y se parte en el aire.

He ganado mucha velocidad en la caida, y estoy acercándome rápidamente al Nieuport. Demasiado rápido. Levanto el morro y bajo las revoluciones, tratando de perder velocidad. Es una maniobra arriesgada, pero funciona. Me estoy acercando al Nieupor lentamente, desde atrás, y su piloto, en territorio amigo, no parece haberme visto.

Una vez empiezo a abrir fuego, el enemigo no tiene ninguna oportunidad. Mi Fokker no se despega de la cola del Nieuport.

El combate dura unos cinco minutos (no disparo hasta no estar seguro de conectar) pero en ningún momento corro peligro. El Nieuport, con cada ráfaga, parece perder estabilidad y velocidad.

Tocado.

Acelero, preparado a dar la última estocada. El fuselaje del enemigo(a no más de 15 metros) claramente en mi mira. Abro fuego, y veo aparecer agujeros en el fuselaje y en las alas del Nieuport.

Un cable se rompe, un ala sale volvando. Maniobro fuera del camino del avión, ya en caída, y doy vueltas a su alrededor hasta observar como golpea el suelo.

En la primera Guerra Mundial no había paracaídas.

Confirmada la victoria, recupero altura y trato de orientarme con los accidentes del terreno. Es hora de volver a casa.







El Barón Rojo

Hasta hace poco, no había encontrado ningún atractivo a los simuladores de vuelo.
 Eran programas demasiado complejos, y aprender las funciones de las decenas de funciones de un avión moderno me resultaba cansino.

Todo cambió cuando descubrí Rise of Flight. Ahora tengo un HOTAS precioso que es el rey de mi mesa del ordenador.

¿Por qué este juego en particular? Porque es el único simulador decente de la Primera Guerra mundial que existe en el mercado.

Vereis: Los aviones de la primera guerra mundial eran máquinas diseñadas a base de prueba y error. La ingeniería aeronáutica era un arte incipiente, y los aviones que volaban sobre la tierra de nadie pueden ser descritos adecuadamente como cometas con una hélice al frente.

Pero son sencillos. Apenas una decena de controles para acceder a todas sus funciones. Lejos de las complejidades de las máquinas modernas, y muchísimo más atractivos para mí. El juego es una simulación complejísima de una máquina increiblemente sencilla.

Desde que empecé a enredar con el Rise of Flight he aprendido técnicas de vuelo, de combate aereo, de ingeniería. He comprendido como la guerra, como siempre, funcionó como motor del avance tecnológico. Los aviones diseñados hacia el final del conflicto tan superiores a los primeros modelos que miles de máquinas tuvieron que ser retiradas del frente, incapaces ante sus nuevos enemigos.

Y sobre todo he comprendido la experiencia humana de combatir en una de esas máquinas. Increiblemente vulnerables, a merced de cualquier avión enemigo con características superiores.

Los pilotos de la primera guerra mundial eran pioneros, de los primeros seres humanos en alzarse hacia las nubes.

Y su esperanza media de vida era de 17 horas de vuelo. (Creo que a lo largo del artículo te sobran varios puntos y aparte)

Hasta hace poco, todo lo que conocía de la primera guerra mundial era la guerra de trincheras. La experiencia del soldado prescindible, cargando contra ametralladoras enemigas, dispuesto a dispararse a sí mismo con tal de no tener que combatir. Maravillosas películas han tratado el tema, nos han ayudado a comprender el horror humano del frente.

Pero muy pocas han tratado la guerra en el aire, y las  pocas que lo han hecho, dan una visión heróica de los pilotos. Gentlemen que cabalgan sus aviones en duelos individuales, contando sus victorias una a una.

Pero después de volar en el Rise of Flight he aprendido que quizás no era una experiencia tan gloriosa. Ver dos aviones enemigos 300 metros por encima de tí, sabiendo que es casi imposible contrarestar la ventaja táctica que tienen, haciendo lo imposible por cruzar la línea del frente de vuelta a terriotorio amigo antes de que una bala te alcance... Cruzar un campo de baterías antiareas, las nubes de los proyectiles estallando a tu alrededor, y saber que es solo una cuestión de suerte -y estadística- que uno de ellos conecte y haga pedazos tu avión... Perder un ala y caer hacia el suelo, incapaz de controlar el avión, hacia una muerte segura...

Experiencias que, si bien pueden ser descritas en un libro, ganan fuerza cuando somos nosotros los que las vivimos, aunque sea tras la seguridad de una simulación.

Y de todas estas pequeñas historias de las que el juego es capaz de hacernos partícipes me quedo con una.

Cuando, después de batallar con los pedales, conseguí alzar el vuelo por primera vez. Poco a poco el suelo se iba alejando. Nunca un juego me había transmitido la sensación de estar volando de forma tan intensa.

Tal vez por eso, al intentar girar, entré en barrena y choqué contra el suelo...




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